sábado, 31 de mayo de 2014

A la Deriva





...y me preguntas cómo llegué aquí. ¿De veras quieres saberlo o es tan solo una fórmula más de cortesía? - aprendí hace tiempo que, a veces,  la gente hace esas cosas.
¿Cómo llegué aquí?. En ocasiones yo también me lo pregunto, pero no deja de ser una reflexión interna.
¿Aún quieres escucharlo?, pues termina de servirte ese café y siéntate a mi lado...
    


Yo nací y crecí muy lejos de este lugar en el que vivo.
Apenas tengo recuerdos de mis primeros años pero creo que mi existencia era cómoda, aunque aburrida. Con el paso del tiempo me volví fuerte y esbelto, incluso comparado con mis iguales, y también bastante más conformista.

Inicié nuevos contactos con mi entorno más cercano...tampoco me interesaba demasiado lo que sucedía lejos de mi espacio de confort. Me bastaba con estar bien abastecido, bebida, alimento, abrigo... y disfrutar de vez en cuando de unas mañanas al sol. ¡Cómo me estiraba¡ quería acaparar todos los rayos, todo el sol para mi.  La verdad es que en mi tierra el sol es un bien muy preciado.
 ¡Añoro aquellos tiempos!.

Un día, el cielo pareció desgarrarse. Luces amenazantes, punzantes, imparables, acuchillaron la noche. Estruendo de tambores, bramidos infrahumanos orquestaban el temporal de luces y sombras...no recuerdo mucho más, una vorágine de hechos, una sucesión de fotografías, instantáneas tomadas por un loco, proyectadas a cámara rápida.

Después el temblor...Una vibración antigua, nacida de lo más hondo de la Gea  fue recorriendo todo. 
Al principio llegó como las tímidas olas que acarician la costa, luego las ondas fueron tomando cuerpo, ganando intensidad hasta convertirse en fuerza bruta que desgaja, que arrasa, desangrando la tierra. Me sentí danzar, girar en un baile enloquecido, incapaz de ejercer ningún control sobre mi mismo y luego...nada, el vacío.

Desperté invadido por una extraña calma. Flotaba ingrávido, ligero, mecido por unos brazos líquidos, salados...y cansado, muy cansado me dejé acunar.

El sol estaba alto cuando al fin la cordura volvió a mi. Descansaba tendido en la arena dorada de una playa. Un lecho de algas, a mi lado, me resguardaba de una ligera brisa salobre que comenzaba a levantarse. Nada ni nadie a mi alrededor era consciente de la devastación salvaje que había acontecido...y las horas pasaron lentas y los días...

El frío de la noche mordió mis carnes. El calor de la tarde y el viento cargado de salitre dejaron sus huellas sobre mi, profundos surcos trazados por la deshidratación y la intemperie.

No se cuanto transcurrió hasta que ella me encontró, está claro que calcular el tiempo no es lo mío, lo que si sé es que fueron muchos los que pasaron a mi lado sin tan siquiera reparar en mi presencia. Inaudito, lo sé, pero así fue. 

Cuando posó su mirada sobre mi, hasta el aire se detuvo ... 

Ella me transformó, supo ver en mí algo más que un trozo devastado de madera. Gracias a su cariño me hizo sentir útil, me dio una nueva razón de ser... Se que nuestra relación tiene un final, que no es más que un paréntesis, un tiempo a la  espera de  conocer un hogar definitivo para dejar hueco en este a otros desahuciados como yo.

 Mientras tanto, aquí prosigo,  llenando tu espera - que es la mía - con el relato ficticio de mi vida. 
Te regalo mi historia, puedes usarla cuanto quieras e inventarte un final feliz o no para mis días. De ti depende el lugar que ocupe de ahora en adelante en tu camino.    



Portavelas elaborado con madera de deriva.

Rescatada, en las costas asturianas, esta madera es sumamente ligera.

Los objetos construidos con este tipo de madera deben su característico color a su prolongada exposición a la intemperie: sol, salitre, golpes de mar...
Cada pieza es única e irrepetible.

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