Aún recuerda sus ojos, esas pestañas densas, oscuras, infinitas, bajando levemente como la noche sobre el mar.
La sonrisa amplia subrayando el ansia de aventura.
La inocencia enmascarada tras su imagen de hombre niño, asomando apenas entre sus dientes ligeramente separados.
Y sus pecas, salpicando de color su tez, pálida e imberbe.
Pero hay algo en el puzzle que no encaja, cuando intenta reconstruir el todo de ese rostro, la imagen se emborrona, el sepia va comiéndole los bordes, invadiendo el contorno, hasta convertir el recuerdo en una mancha difusa.
Aún así, evoca claramente el sabor a fresa y osadía de sus labios, las manos, tímidamente enlazadas, los sentidos alerta, preparados para deslizar el nudo de ese estrecho abrazo que nunca se produjo.
Conserva el registro de un olor, a tierra mojada, atrevimiento y sonrojo, de aquel primer beso.
Las yemas de sus dedos atesoran el relieve rugoso, el trazo firme. Corazones enlazados...dos nombres hermanados por la savia. El futuro invocado, tatuado en la corteza de aquel árbol. Su aliado silencioso, el guardián de sus sueños, el convidado de piedra de su secreta historia.
Y después...
Después llegó la guerra y el mundo cubrió de gris los arco iris, tiñó las calles de confusión y llanto, de locura...
Los padres lucharon con los hijos, frente a frente, hermano contra hermano, las madres dejaron a un lado sus mandiles y mudaron su hogar a las trincheras.
Tiempos de empuñar ideas, enarbolar poemas, huir para salvaguardar un sueño...
Todo giró tan deprisa que nunca llegó el adiós. La despedida no fue tal, sino una grieta que surgió del terremoto abriendo un abismo repentino entre los dos.
Años de confusión y soledad, de vagar de casa en casa, de compartir añoranzas y migas con nuevos amigos y parientes lejanos, sin cartas, sin noticias...
Y llegó la primavera.
Sutilmente nacieron nuevos brotes de esperanza, crecieron en el compost nuevos filamentos que suplantaron, al descuido, las raíces tronchadas. El vacío se fue llenando de nuevos atardeceres y nuevas madrugadas y algo quedó oculto en un pequeño reducto acorazado en el pecho, sin dejarse ver, oír, sentir... el río de la vida prosiguió su curso.
Ahora, que por fin es libre de su propia biografía, ha vuelto. Ahora, que ya no le debe nada a nadie, porque ya saldó sus deudas y pagó, en especias y con creces, el diezmo que concertó con la vida.
Vuelve, y asolada se da cuenta que su tren ha llegado con retraso.
Maldice los relojes precoces y sus prisas, las manecillas crueles que de ella se burlaron.
Allá dónde le busca, solo encuentra la huella de su ausencia empapándolo todo, haciendo cada vez mas pesado el aire que respira.
- No fue el reloj, fui yo - dice Pepito Grillo, mientras le hinca el diente a ese corazón que se desangra.
Indaga entre papeles, esquinas y rincones.
Necesita un ancla al que aferrarse para no morir ahogada por las dudas, de lo que alguna vez fue.
Y al fin descubre una débil certeza que intenta hacerse fuerte, un cabo en el que asirse, la realidad efímera de que no todo fue un sueño.
Proyectada sobre el muro se mantiene imperturbable su silueta recortada, el testigo mudo de su primer amor.
Taller de Abalorios, Centro de Mayores "Casa del Reloj" (Antiguo Matadero).
Hoy he impartido un pequeño taller de Bisutería y Abalorios en Arganzuela, pero sobre todo he compartido una mañana estupenda con un grupo de "Chicas Mayores". Habilidosas, creativas y con una gran paciencia...Estoy desando que llegue ya el próximo jueves 4 para concluir el taller. Prometo fotos.
|
Entrada al Centro de Mayores |
|
Otra parte del complejo socio-cultural ubicado en el" Matadero". |